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jueves, 27 de junio de 2013



SOLO NOS QUEDA EL AIRE


      Leyendo blogs amigos,  uno de ellos me recordó partes esenciales de los recursos naturales por los que pagamos, no el uso y disfrute de esos recursos, si no la explotación de esos recursos en detrimento de los verdaderos dueños. El pueblo.

      Pero...  Siempre hay un pero en una misma verdad. Siempre habrá colores y flores para hablar de gustos.

      Quiero decir que, en ese enumerado de 'acasos' expuestos aquí, siempre se podrían discutir, menguar y aumentar.




      Este último fin de semana pude disfrutar (parcialmente) de un pequeño descanso que me llevó a estar en contacto con la naturaleza y los pequeños pueblos de montaña. Contemplaba el caudal del río y los embalses que recogían ese caudal. Los dos tienen el cometido de producir energía que pagamos religiosamente a unas empresas que tienen un tinglado montado con la administración para esquilmar los bolsillos de los ciudadanos. Y nos dicen que tenemos que ahorrar agua en nuestras casas. ¿Por qué? Si el agua no se retuviese ni en los embalses ni en nuestras casas, seguiría fluyendo libremente hasta el mar como corresponde, como siempre. ¿Y quién ahorraría agua si esta fluyera libremente, la naturaleza?




      
      Más bien lo que se debería de pensar es en no contaminar el agua que utilizamos, y no en un ahorro en el que no se influiría si se dejara actuar la naturaleza. Ahorro en zonas donde el volumen de agua existente es pequeño en comparación a la población, sí parece necesario. Pero no por el consumo humano, si no por la falta del agua necesaria para esa población. Se puede pensar en una optimización del uso que se da a ese volumen existente, pero el ahorro es pasar necesidad o, por lo menos, tener distinto concepto de lo que es ahorro y necesidad.

      En realidad, la administración está más interesada en los impuestos de ese consumo que  en la optimización para el beneficio de los ciudadanos.

      Si pensamos en el dinero de los ciudadanos depositado en los bancos, nos sucede lo mismo. Es más rentable cobrar por la gestión de sus depósitos en vez de premiar esos ahorros. Nos dedicamos a criticar la actuación de los bancos frente a los ciudadanos y no prescindimos de nuestras tarjetas bancarias ni nos negamos a seguir recibiendo 'gratuitamente' esos plásticos abominables que nos condicionan nuestras vidas.




      Trasladamos ese mismo sistema a la circulación automovilística y nos sucede lo mismo, pero más sangrante,  si se entiende que se especula con las vidas y la seguridad de las personas buscando exclusivamente el beneficio que proporcionan las cuantías de las infracciones de un código de circulación orientado a una satisfacción económica y no a una seguridad de las personas. Piensen en las autopistas alemanas y su sistema de control de velocidad y no en ocultar los radares que, claramente, están orientados  a sorprender a los conductores. Estos pierden su atención en la carretera para centrarse en sus cuentakilómetros. ¿A esto le llama ‘seguridad’ la administración?



     
       Hace aproximadamente veinte años, los vehículos ya aportaban un considerable avance en seguridad (hablo por mi mismo). Comenzaron a llevar de serie partes esenciales y necesarias para aumentar la tranquilidad de los conductores. Las infraestructuras no estaban a esa altura, no acompañaban al aumento de la seguridad. Pero la administración comenzó a ver iluminada la puerta de los impuestos. El impuesto de circulación se quedaba corto y se reforzó con las ITV que, para más ‘inri’ se privatizaron, dejando claro el interés por la seguridad. Y se concedieron explotaciones de autopistas a sociedades lucrativas cien por cien. Las deficiencias en la conservación eran patentes, y los trazados se preocupaban por el abaratamiento más que por la seguridad. Aún hoy, hay autopistas de peaje peligrosísimas, pero se acallan sus deficiencias para que los propietarios no den explicaciones a las autoridades.  La vida humana vale menos que sus impuestos.




      Trasladamos esto a la industria y los servicios y pasa lo mismo. Los particulares, autónomos, pymes, todos tienen obligaciones que no cumplen en los mismos casos los edificios y servicios de la administración. Pongamos un ejemplo, el último. Ese invento de la eficiencia energética en las viviendas y locales para su venta o alquiler, si se aplicara a los edificios públicos, ya me dirán si serían compatibles con el consumo de calefacción, iluminación, insonoridad, accesibilidad y otras cosas si se les aplicara el mismo sistema que a quienes engordan con los impuestos de los ciudadanos. ¿Seguridad y comodidad para el ciudadano? Si no hay impuestos, ni agua.

      Pronto se puede comenzar a hablar del aire que respiramos. Entonces  Virgin puede ser la oficina de emigración del futuro.





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